7 de octubre de 2010

☫ El último deseo de un criminal: Si Teresa Lewis fuese iraní o si Sakineh Mohammadi no lo fuera


Cuando el 'humanismo' no sirve a los seres humanos, sino agendas políticas
Si Teresa Lewis fuese iraní...               o si Sakineh Mohammadi no lo fuera


La ejecución de Teresa Lewis fue programada y practicada el 23 de Septiembre en los Estados Unidos. ¿Su crimen? Premeditar el asesinato de su cónyuge, junto a un hombre al cual vendió su cuerpo (CBS News).

Más allá del gusto o disgusto de cada cual por la pena de muerte, ¿qué pensaríamos si los medios y autoridades iraníes tratasen desesperadamente de mostrar a Lewis como una pobre mujer oprimida por una malvada sociedad occidental machista? ¡Ah, panfletos de un retrógrado régimen vendiendo propaganda cultural!

Al momento de escribir este artículo, sin embargo, la parte iraní no incurrió en tal frenética lógica - o más bien falta absoluta de ella - a la cual nosotros los occidentales parecemos aferrarnos con tanto cariño. Solo un día después de la publicación de esta nota, se reveló que Teresa Lewis no era una reclusa cualquiera, sino una a 3 o 4 puntos de coeficiente intelectual del retardo mental (Huffington Post), volviéndola una criminal parcialmente inconsciente en términos práticos.

El que se haya denegado la clemencia para Lewis a la luz de su condición mental no es de sorprender. Al estudiar la historia de las ejecuciones de mujeres en el estado de Virginia, uno solo puede sumar al caso de esta mujer con retardo mental a una adolescente afroamericana, Virginia Christian de 17 años, ejecutada en 1912 (WDBJ7). Lo cual hace a cualquiera preguntarse si la justicia se aplica de modo parejo a los ciudadanos de la supuesta tierra de los derechos humanos, o más bien se dedica a castigar a un selecto grupo de los miembros más débiles de la sociedad.

En el polo opuesto del planeta, en la enigmática tierra de Irán, Sakineh Mohammadi siguió los pasos de Teresa Lewis y coincidentemente cometió exactamente el mismo crimen que su colega estadounidense. En vez de vender su cuerpo al asesino de su cónyuge, Sakineh Mohammadi... pues, Sakineh Mohammadi se tomó la libertad de hacer lo mismo. Una diferencia es que la iraní no estaba en posición de ofrecer su cuerpo como parte de pago, pues ya lo había regalado al hombre detrás del gatillo, su amante, años atrás. Y la otra diferencia el que, al contrario de Teresa Lewis, Sakineh Mohammadi se encontraba en plena capacidad mental al premeditar la terminación de la vida de su marido.

A nadie sorprenda que tanto la iraní como la estadounidense fueron sentenciadas a exactamente la misma pena. No, no a la lapidación, una práctia que solo se lleva a cabo en nuestras tiranías occidentales favoritas del Medio Oriente (Christian Science Monitor). Ey, al menos esas acompañan sus sentencias de alguna excusa de juicio, en contraste con las lapidaciones que nuestro Occidente y nuestros delegados directamente perpetran sobre seres humanos completamente inocentes, como la despreciable masacre de Gaza en 2009 y el inhumano sitio de su población civil, recientemente relacionado con crímenes de guerra por las Naciones Unidas (Brutalidad israelí, The Guardian).

Todos los falsos rumores, que se enfocaban en una supuesta lapidación y que reducían el caso de Mohammadi al adulterio - convenientemente omitiendo el asesinato -, surgieron de las declaraciones de la iraní disidente en Alemania, Mina Ahadi. Sin embargo, fueron prontamente refutados por Thomas Effe (IranAnders: The Political Instrumentalization of Human Fate) tras una revisión a los documentos del proceso de sentencia:

En contraste con las declaraciones de la Sra. Ahadi, no se encuentran rastros de una lapidación, ni tampoco se menciona el caso de adulterio. Bien por el contrario: Solo se alude al caso específico del asesinato del marido de Ashtiani.

Ha quedado para siempre registrado que durante el tiempo en que se ignoraba la condición mental de Teresa Lewis, jamás fue ella alabada por los medios ni autoridades iraníes como una pobre mártir de opresión occidental, mientras que Sakineh Mohammadi sí que fue alzada con insistencia  como un estandarte de los derechos humanos por los medios y autoridades occidentales en un sinnúmero de oportunidades, a pesar de su pleno estado conciente como asesina en primer grado premeditado


Esto no solo pone en profunda duda la credibilidad de la disidencia iraní como fuente (y se preguntará uno por qué razón nuestros periodistas jamás se interesan por examinar sus rumores), sino que pone sobre la mesa una pregunta aún más esencial: ¿Qué medios y autoridades son realmente los portadores del fanatismo? ¿Quién se encuentra hoy por hoy imitando la añeja y desesperada propaganda soviética que antecedió a la caída del muro?

El 23 de Septiembre a Teresa Lewis se le ofreció un último deseo. Sería poco sorprendente si hubiese clamado por una nacionalidad iraní para ella y sus verdugos: Qué delicioso fin para cualquier criminal sería el poner las manos sobre un pasaporte iraní, y ser así recordado como un mártir de la libertad y derechos humanos, sin importar las brutalidades cometidas. Esto es, para cualquier criminal interesado en el recuerdo de los hipócritas.

Interesantemente, las únicas ocasiones en que la sangre de los no Occidentales toma tanto valor como la nuestra en nuestra escala de supremacismo moral, es cuando estos son criminales.

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